Son camiones. Van. Ninguno regresa de su infierno.
Esponjas del asfalto y hombres gruesos, manidos,
que desconocen su carga, el fin último de su viaje.
Son camiones. Constantes y terribles como pesadillas,
constantes y terribles como pesadillas.
Constantes y terribles. Como pesadillas.
Juan Cabárceno
(Burgos, 1988)
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